Un documento de 86 años
| Estudiantes de Pedraza. Fotografía perteneciente al álbum de la familia Molinares Sánchez |
No todos tienen la dicha de poseer el legado fotográfico de nuestros antepasados. Documentos que pueden datarse en casi un siglo. Personajes más allá del tiempo que intentan aferrarse al presente aún cuando muchos estén desdibujados y diluidos en un color sepia que se parece al olvido.
El álbum
familiar es un portal que abrimos de tanto en tanto. Un laberinto de rostros,
modas, instantes y paisajes. Retratos de personajes que posan ante la lente con
seriedad mortuoria. Una suerte de resignación, como si en lugar de estar frente
a la cámara, estuvieran a punto de ser fusilados. Aunque se trata del
ejercicio mágico de apresar un momento, ninguno sonríe. Tomarse una foto debió
ser un suceso importante que requería no respirar, reírse, ni moverse. No era
para menos, se trataba de un retazo de la historia que quedaría eternizado.
Es una
fotografía pequeña, pero por fortuna poseemos una copia ampliada, de la cual se
ha eliminado de manera digital el tinte añejo y amarillento. Muestra a un
grupo de escolares de Pedraza, el pueblo enclavado en las riveras del gran río
Magdalena, donde vivió y fue criado nuestro padre Ángel Horacio Molinares Castro.
La foto
tiene unos 86 años, un documento histórico de un valor sentimental
incalculable. El momento corresponde al año 1936. Al fondo del
grupo, puede apreciarse una pared construida con barro y caña brava que
probablemente fuese parte de la humilde estructura de la vieja escuela que había sido
levantada en la plaza, al lado de cárcel y muy cerca de la Iglesia. En el
centro de la foto está Rubén Darío Vásquez, uno de los maestros de
nuestro padre. El otro maestro de papá, fue Miguel Altamar, y ambos ejercieron una poderosa influencia en
nuestro padre, quien recordó sus enseñanzas no sólo en el aspecto académico,
sino que sus discursos se convirtieron en pilares fundamentales de ética y moral
que acompañaron a papá el resto de la vida. El buen terreno que representó mi padre
para ese legado de conocimiento y virtud, fue algo que hubiera llenado de
orgullo a sus maestros. Papá nos aconsejaba sobre la vida y las oportunidades desperdiciadas, entonces lo citaba
―El Señor Rubén nos decía: “El tiempo que se va, hasta los santos lo lloran”.
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| Nuestro padre a los 8 años de edad |
Alfredo Domínguez
se reencontró con papá en Venezuela para la navidad de 1973. Ese 24 de
diciembre, Alfredo estaba tan pasado de tragos, que se puso a bailar y a dar
vueltas al son de los vallenatos de nuestro tocadisco. En uno de esos giros, se
llevó el árbol de Navidad como si fuera una pareja y lo derrumbó. Las
bambalinas rodaron y algunas se quebraron, pero esta vez, Alfredo resultó ileso.
En la mañana del 25 de diciembre, muy emocionados abrimos nuestros regalos. No
me gustó mucho el mío, tanto es así, que no recuerdo lo que era, pero quedé
prendado del regalo de mi hermano, un guante de beisbol infantil que era el
sueño de cualquier niño. Unos cuantos días después, Alfredo Domínguez regresó a
nuestra casa. Estaba sobrio y contento, aunque un poco abochornado por el
incidente del árbol. Alfredo me entregó un paquete. Al rasgar el papel de regalo descubrí un guante igual
al de mi hermano. Siempre lo recordaré por ese gesto. Alfredo era de la misma
edad de mi padre y asistía al mismo grado. Tiene que estar en la foto, pero no
podemos precisarlo.
Otro personaje sobre el cual elucubramos, es el rubio de corbata que está a la izquierda y porta un libro en su mano. Suponemos que podría ser el primo de papá, Hermógenes Movilla. Nuestro padre solía recordarlo rubio y con los ojos azules; "como dos bolitas de vidrio de jugar uñita".
Papá usaba la frase “El sol le ofendía la vista”, para describir la sensibilidad extrema a la luz que tienen algunas personas de ojos claros. Hermógenes era hijo de América Bermúdez,hija a su vez del gran maestro, Rafael A. Medina, considerado por algunos cómo el más influyente músico de la cuenca del Caribe Colombiano del siglo pasado.[i] Un hombre de quien nuestro padre solía decir que había estudiado en Panamá y era capaz de transformar el trinar a los pájaros en partituras.
Papá recordaba un suceso que conmovió a Pedraza: una mujer llamada Josefita Castellón, presintiendo su muerte, encargó su propia marcha fúnebre. El día del sepelio, el pueblo se volcó a las calles. La marcha: Dolor de madre, resultó ser una pieza magistral que estrujó los corazones a tal punto que nuestro padre recordaba haber visto a los dos policías de Pedraza llorar en la vía pública.
América, la hija del viejo Medina, había sido receptora del don musical. A los doce años contaba con 24 alumnos y era tan versátil que parecía jugar con las teclas del piano. Sin embargo, a pesar de ser una niña prodigio, pareció hartarse del yugo que significaba la dura disciplina. Se apartó del piano para siempre. Hermógenes, el joven rubio de la foto, quien había heredado parte del talento de su abuelo Rafael Bermúdez, pues era aventajado ejecutante de la trompeta, joven, falleció El nieto de Rafael Medina; de tuberculosis en 1951 en la ciudad de Barranquilla.
Entre los personajes inolvidables, siempre amados por papá, no debería faltar su primo hermano "Juancho", a quien papá recordaba como su guía y mejor compañero. Siendo nuestro padre hijo único, Juan Manuel Acosta Bermúdez, se constituyó en su verdadero hermano. "Juancho", era tan sólo dos años mayor que papá, por lo tanto debía estar en edad escolar y ser parte del grupo fotografiado. Papá decía que "Juancho" tenía el cabello crespo. Aunque mamá coloca la lupa sobre cada rostro, no tiene manera de identificarlo. Pero por suerte tenemos una foto tipo carnet de Juancho en su juventud, y vamos a echar mano de herramientas digitales. Ya digitalizada, la transparentamos para poder solaparla sobre la foto también digital del grupo. Lo podemos apreciar en la pantalla de una computadora. Vamos probando la “máscara” sobre cada personaje. ¡Eureka! Un rostro arroja bastantes coincidencias. Se halla justo al lado de papá ¿Dónde más podría estar ubicado sino al lado de su compinche? Juancho tiene la cara levantada y mi padre la tiene hacia abajo. Estamos felices y emocionados, hemos encontrado al primo Juancho gracias al photoshop. Es como si pudiéramos darle un abrazo.
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| Juan Manuel Acosta (Juancho) y nuestro padre Ángel Horacio Molinares Castro |
Yo vine el domingo en la tarde
Como todo el mundo me vio
Yo conocí al alcalde
Y él también me conoció.
Pacho Rada, el alter ego de "Francisco El Hombre", el valiente personaje de leyenda que había vencido al Diablo con sus ingeniosos versos, había hecho su entrada en Pedraza sin mayores equipajes, pero con un cargamento especial: varios burros llevaban sobre sus lomos una batería de acordeones. Bien es sabido que el acordeón viene de fábrica con una determinada afinación y para poder tocar un repertorio versátil, entre tonos menores o mayores, y abarcar toda la escala crómatica completa, son necesarios varios acordeones.
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El maestro de los Juglares Vallenatos: "Francisco "Pacho" Rada. 1907-2003 |
El Alcalde de Pedraza que había tenido el honor recibir aquellos versos de Pacho Rada, bajo el olivo de de la casa de Sebastiana Santander, se llamaba Pablo Yejas.
Con los años, Pablo Yejas, ya mayor, emigró a Venezuela con su hijo Álvaro Yejas y parte de su familia. Se constituyeron en gente acomodada de la sociedad caraqueña de los años 50.
Cuando nuestro padre, contaba con 26 años, también decidió probar suerte en Venezuela y buscó apoyo en sus coterráneos. Con los años, papá y Álvaro Yejas, a pesar de ser de distintas clases sociales, se hicieron compadres. Papá lo escogió como padrino de mi hermano Arnaldo.
Algunos de los estudiantes de Pedraza portan un libro. Nos inclinamos a creer que se trata del libro “Alegría de Leer”, un libro que tenía versiones según el grado que se cursara. En 1976 viajé a Colombia con mi madre. Encontramos “Alegría de leer” para cuarto grado en un mesón de libros usados en el mercado de Barranquilla. Intrigados quisimos saber por qué papá lo había encargado después de tanto tiempo. Entonces ocurrió un fenómeno, las lecturas también colmaron nuestra infancia. Sus historias, todavía hoy, forman parte de nuestras vidas
Al llegar las fiestas de San Pablo, el santo patrón del pueblo, el maestro Rubén les relataba con emoción, la historia de la conversión del santo, y pronunciaba en latín la demoledora pregunta de Cristo: ¿Saule, Saule, quid me persequeris? Las fiestas se celebran con gran pompa. A falta de fuegos artificiales, los jóvenes y niños enterraban “recámaras”, bolas de barro seco que eran rellenadas con pólvora a través de un orificio. Un caminito largo de pólvora les permitía ponerse a salvo. Algunos le colocaban una lata para que el efecto fuera más estruendoso. Otros, los más traviesos, se encargaban de buscar un sapo vivo para colocarlo boca arriba encima de la lata.
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| Nuestro tío Ariel Sánchez, |
Este es un ejercicio algo frustrante en el que debemos echar mano de las remembranzas de papá y combinarlo con una alta dosis de suposiciones. Se trata de aproximarnos a cada personaje. Es cómo armar un rompecabezas del cual tenemos piezas faltantes. Los recuerdos llegan como invitados inesperados y tenemos que acomodarlos lo mejor que podamos.
Convencidos
del enorme tesoro que guarda, cerramos el álbum con nostalgia. Nos despedimos
con solemnidad de personajes que nos observan desde una distancia mítica. Ha
valido la pena ser guardianes del álbum y de la continuación de una tradición fotográfica.
Aquí descansan todas las memorias, todos los sueños y triunfos, los bautizos, las
bodas y nacimientos. Aquí reposan también, muchos hermosos momentos e instantes
insignificantes que con los años se han convertido en trascendentes.
Estamos seguros que las esperanzas de nuestros ancestros han resistido el paso del tiempo.
[i] Rojano Osorio, Álvaro. Rafael Arturo Medina Rodríguez, El hombre que sabía de todos los instrumentos musicales y
de todos los sones
http://editorialtorcaza.com/rafael-arturo-medina-rodriguez/
[ii] Rojano Osorio, Álvaro. Gabriel Lozano Martínez, su vida, o un viaje
en el tiempo.
https://seguimiento.co/opinan-los-expertos/gabriel-lozano-martinez-su-vida-o-un-viaje-en-el-tiempo-39287
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| Portada Revista La Barca, de Colombia. Edición del número 22, donde aparece publicada la presente crónica Noviembre 2020 |









Hola Roberto, excelente relato, bien jalado. Felicitaciones ¡¡¡. Creo a futuro un viaje a Pedraza no quedaría mal. Desde Barranquilla fuerte abrazo.
ResponderEliminarJavier Ramos Sánchez