"Ver a una mujer desnudarse siempre es un espectáculo,
pero ella parecía hacerlo para no enfriarse"
Trataba
de acostumbrarme a la oscuridad cuando noté una silueta sigilosa que también se introducía,
pero de inmediato
me relajé. Era una de las chicas del grupo.
─ ¿Dónde está el resto?
– Pregunté. La chica se sobresaltó y agudizó la mirada hasta descubrirme.
── No sabía que estabas aquí. Me
has asustado.
── Lo siento. Creí que me habías
visto.
── No, no te había visto. El grupo
ya debe ir lejos. En algún lado deben estar guareciéndose.
Encendí
la linterna. Su sombra agigantada se proyectó contra las rocas. El cabello se
le había vuelto tirabuzones por la humedad, escurría agua como una fuente. Era
curioso, ni siquiera la había detallado estando en el grupo, ni le había
dirigido la palabra, pero ahora me parecía muy guapa a pesar de su baja estatura.
La temperatura empezaba a descender. La chica se sacó la camiseta sin prejuicio.
Dejó al descubierto un sujetador de encaje blanco tras el cual se adivinaban redondos
pechos. Exprimió la camiseta. Para mi asombro, procedió a bajarse el corto y
deshilachado pantalón. Ver a una mujer desnudarse siempre es un espectáculo,
pero ella parecía hacerlo para no enfriarse. Quedó en una
diminuta pieza. Sus glúteos eran dos rocas y sus muslos brillaban húmedos. No
se quitó las botas. Yo temblaba aunque que no podía saber si de frío.
La
imité. Me quité la camisa y la retorcí.
── Tienes manos grandes.
– dijo con una sonrisa. Aquella frase levantó mi orgullo. Mis pantalones pesaban,
al deslizarlos, mi situación se hizo evidente. Una parte de mí parecía a punto de
estallar. La chica se estremeció alcanzada por una corriente de aire.
── ¿Tienes fuego?
–Preguntó tiritando.
── Fósforos, pero están mojados.
– Mentí. Hubo un largo o corto silencio, no lo sé. Luego dijo.
── Va caer la noche. Tenemos que
hacer algo si queremos sobrevivir.
Sonaba
lógico. Tras un intercambio de miradas, la pequeña chica dio un salto y cayó a
horcajadas en mi cintura. Se amarró con sus piernas haciendo una llave para no
caer y rodeó mi cuello con sus brazos. Sorprendido, la sostuve por los glúteos.
Afuera cayó el rayo en medio del frío y la niebla. Dentro de mí estallaba el calor.
La linterna rodó. Nuestras sombras unidas semejaban un minotauro en la pared rocosa.
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