"El cielo no se acaba nunca, el globo subirá y subirá hasta que no lo podamos ver más"
El tiovivo da vueltas al son de una musiquilla
insoportable. Una voz chillona de payaso emana desde un altavoz colgado de una
torre. Vea la asombrosa transformación de
una hermosa mujer en una bestia peluda. En la entrada de la tienda, está
pintado un monstruo parecido al Abominable Hombre de las Nieves. Papá me compra
un globo amarillo y lo amarra a mi dedo, el globo tira hacia arriba como si
quisiera arrancarlo.
Voy sobre los hombros de papá. El hilo corta mi carne. Me
fastidia. Me saco el hilo y el globo se aleja. Grito y señalo el globo fugitivo
con el dedo aun marcado por el hilo. Nada se puede hacer, no hay salto humano
que lo alcance. Es una sensación absurda de vacío en mi estómago, una sensación
de pérdida. ¿A dónde va? ¿Llegará hasta el techo del cielo? Papá me aclara que
el cielo no tiene techo. ¿Y eso negro donde están las estrellas y donde está
colgando la luna, no es un techo? No, no
es un techo, responde papá. El cielo es infinito. ¿Qué es el infinito? Papá se
esfuerza por hallar una respuesta para mi edad: El cielo no se acaba nunca, el
globo subirá y subirá hasta que no lo podamos ver más. ¿Ves? cada vez es más
pequeño, eso es el infinito.
No lo puedo entender. Es un concepto aterrador.
Una distancia inimaginable e incomprensible. Siento angustia. Un desesperante
vacio de caída invertida. Un vértigo ascendente y vertical. Eso de
subir por siempre sin nunca alcanzar un punto definitivo es escalofriante.
Siento que soy el globo amarillo, lucho contra la ingravidez de mi cuerpo. Tengo mucho temor a pesar de no haber entrado
en la carpa del Abominable Hombre de las Nieves. No es para menos, el cielo no
tiene techo.
Tengo ganas de llorar.
😥
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