"Mi padre tenía el torso inclinado hacia adelante y la mirada petrificada en las imágenes, parecía que saltaría dentro del televisor y también pisaría la luna de un momento a otro"
Hubo una ocasión en que mi padre no fue a trabajar y se sentó frente al televisor. Corría el rumor que el mundo se acabaría ese día. El Hermano Cabañas, nuestro vecino, había sacado su parlante iniciando un sermón terrible. Citaba al profeta Abdías: “Si te remontares como águila, y aunque en las estrellas pusieras tu nido, de ahí te derribaré, dice El Señor”. ¿Qué iba a ocurrir? Tendríamos que encomendarnos al Creador y esperar el colapso del universo. Veríamos la llegada del hombre a la luna o en su defecto el desmoronamiento de todo. Sin embargo, extrañamente mamá no cerró nuestra bodega. Tratábamos de llevar ese último día de nuestras existencias, de un modo más o menos normal.
—— La luna es de algodón. Si el hombre llega a pisarla, no va a resistí el peso y se va a vení pa’ bajo. La luna se va a estrellá contra la tierra y toítos nos vamo’ a morí.
El que había hablado era un viejito campesino que había ido a nuestra bodega a comprar tabaco en pasta. Según él, era inminente el fin, pero eso no le impidió pedir una barrita de chimó "Acarigueño", para mascar mientras el mundo se desmoronaba.
——¡Dios mío! ¡Que el mundo no se acabe! -Exclamaba nuestra madre tapándose los ojos y agarrándose la cabeza como si le acometiera un terrible dolor.
——Nos están metiendo gato por liebre - Decía papá, moviendo la cabeza de lado a lado. Estaba seguro que lo que presenciábamos en la tv, no podía ser cierto. Mi padre tenía el torso tan inclinado hacia adelante y la mirada tan petrificada en las imágenes que parecía que saltaría dentro del televisor y también pisaría la luna de un momento a otro. Mi hermana Ángela, aterrada, salió disparada y en lugar de meterse bajo la cama como la lógica infantil lo indicaba, se escurrió en un estrecho espacio entre la nevera y la pared, como si fuera una cucaracha. Supuso que allí estaría segura si la luna se empezaba a caer en pedazos. ¿Cómo algo tan blando como el algodón iba a destruir algo tan sólido como la tierra? - Me preguntaba. Mi madre se santiguó justo en el momento en que Neil Armstrong rebotó por primera vez.
La luna no parecía ser de algodón, sino de queso o algo semejante. Una superficie agujereada servía de trampolín para cada paso del astronauta. Sonaba la marcha de Radio Caracas Televisión y el locutor anunciaba el hecho como una increíble conquista del género humano. Papá repetía que no era posible lo que habíamos presenciado. Según él, se trataba del engaño más grande jamás visto y el mundo entero se lo había tragado. ¿Tú sabes lo lejos que está la luna? - Preguntaba con insistencia. El termómetro de mis emociones era el rostro de mamá que al fin sonreía relajada y continuaba con las ventas. La inminente destrucción de la luna y el mundo, parecía haber quedado postergada. Tal vez el hermano Cabañas se había equivocado de profecía. Mi hermana salió de su escondite también aliviada. El flujo de clientes en nuestra bodega se tornó normal. Papá seguía contrariado.
Esa misma noche salí al patio y me quedé mirando fijamente el cielo.
No tenía forma de comprobar si la luna era de algodón, sólo pude apreciar que se veía hermosa y que seguía colgando del infinito.
No tenía forma de comprobar si la luna era de algodón, sólo pude apreciar que se veía hermosa y que seguía colgando del infinito.
Roberto A. Molinares S.


EXCELENTE COMO SIEMBRE EL RELATO MUY INTERESANTE
ResponderEliminarMuy bonito...♥
EliminarQue lindo relato de tu infancia, que imaginación la de un niño y que momento el que viviob esa generación cuando el hombre piso por primera vez la luna. Increíble!
ResponderEliminarExcelente historia
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por sus comentarios. Me animan a continuar compartiendo recuerdos ahora compartidos en cuentos. Gracias Adelaida, gracias Manuel y Marycruz. Un abrazo para todos.
ResponderEliminarNuestra hermosa infancia, gracias a Dios por todas las experiencias vividas. Angela Molinares
ResponderEliminarQue linda historia, en cuanto comencé a leerla de inmediato mi mente comenzó a evocar hermosos recuerdos de mi infancia y toda la familia pegada al televisor viendo aquel sorprendente evento del momento.
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