"El auto se puso en marcha pues yo luchaba en busca de oxígeno"
Era medianoche. Mi padre salió en busca del único vehículo que había en el vecindario.
Yo era muy pequeño, creía morir de un ataque de asma. Bajo una pesada
lluvia, papá tocó la puerta. El señor Silvino se encontró con la figura de un hombre empapado y desesperado.
Silvino señaló con resignación
un Mercedes Benz que bien podía ser exhibido en un museo. “El auto está a la orden, pero tiene tiempo que no enciende, a menos que ocurra un milagro”.
A pesar de sus dudas,
el auto encendió y además ocurrió otro prodigio.
Cuando intentaban
llevarme al hospital, el vehículo se hundió en un bache pantanoso. Las ruedas del
antiquísimo carro negro rugían y salpicaban fango en un remolino de
frustración. Empapado y con el lodo hasta las rodillas, mi padre empujaba para tratar de sacarlo. a pesar de que estaba solo, no estaba solo. Lo asistía un poder desconocido. No fue el hecho de empujar. Al fin y al cabo, el vehículo pudo haber encontrado algo
de fondo desde donde pudo reimpulsarse para salir. Pero resulta que mi padre siempre aseguró haberlo levantado
en vilo como si no pesara nada, algo casi imposible de creer.
Papá era un hombre demasiado ecuánime y jamás habría exagerado para alardear y menos en una situación donde mi vida pendía de un hilo. Barnizado de pantano, papá abrió la portezuela y se introdujo
manchando la fina tapicería del clásico. El señor Silvino lo miraba sorprendido.
Seguramente se preguntaba cómo lo había logrado. Sin tiempo para despejar
enigmas, el auto se puso en marcha pues yo luchaba en busca de oxígeno.
Cada
vez que nos encontrábamos con el señor Silvino, papá insistía en que le
saludara con deferencia. Me obligaba a hacerle una venia. Mi
padre lo consideraba mi salvador de aquella noche y quería que aprendiera a
expresar mi agradecimiento. El señor Silvino era un hombre muy respetuoso, lucía un bigote canoso
y vestía casi siempre de traje y corbata. Cuando el señor Silvino se alejaba, mi
padre me llevaba hasta la calle, ahora pavimentada y ya sin vestigio alguno de
la hondonada que casi nos engulle.
Se
paraba en medio de la calle y me señalaba el punto exacto donde todo había
ocurrido. Mi madre siempre ha certificado el prodigio, porque ella lo presenció, lo vio todo desde nuestra casa. Bajo la lluvia, a pesar de su debilidad, mi padre se convirtió en titán en medio de la noche. Siempre reconoció que no había sido él, sino que todo había ocurrido a través de él.
Después
de aquella ocasión, el auto del señor Silvino nunca más encendió.
"Barnizado de pantano" Excelente expresión
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Se trata de uno de tus cuentos más entrañables...Creo que está en la colección de "Barrio a juro"...¿cierto?
Exacto. Gracias hermano. DTB.
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