RELATOS Roberto Molinares

sábado, 9 de mayo de 2020

La Fórmula de Invisibilidad (imbecibilidad)

"Le abriríamos el pico y lo obligaríamos a beber la poción, si luego de algunos segundos, el gallo desaparecía, la beberíamos nosotros"




 Mi amigo Leo, mi hermano Arnaldo y yo, al regresar de un viaje a la playa, decidimos crear un club. Habíamos traído piedras pulidas por la arena y una de ellas semejaba bastante un cráneo humano. Leo, nuestro cabecilla, que era muy creativo, propuso llamar al club, "La Calavera del Pirata". Sonaba temible y aventurero, muy propio para representarnos. El club, inicialmente acogería en su seno, sólo a nosotros, sus tres únicos miembros. Leo como siempre sería el Presidente, yo el Vice-Presidente y mi hermano, el secretario, (sí, secretario con minúscula, porque era el más pequeño y al que nosotros le daríamos órdenes). Aunque ahora parece una cosa muy infantil y banal, para nosotros no lo era. Cuando se es niño, uno asume los roles de juego con una responsabilidad, que ya quisieran los adultos tenerla en la vida real. 
Leo entonces creó una especie de estatuto, se inventó unas cuantas reglas, cuyo incumplimiento sería sancionado con una especie de degradación al mismísimo estilo militar. El Presidente y el Vice, estaban exentos, pero no el secretario. Es decir, cualquier desobediencia de mi hermano, podía costarle su cargo y ser rebajado simplemente a "bedel". Leo se reía de sus ocurrencias porque sabía a quién aplicarlas.  A decir verdad, yo no era tan cruel con mi hermano, pero sin mucho criterio personal, seguía las instrucciones e inventivas de Leo, y sí teníamos que rebajarlo de cargo, sencillamente se hacía y punto. Una de las normas inviolables era que en "La calavera del Pirata", por ningún concepto, jamas admitiríamos niñas. 

 Acondicionamos nuestra sede en un ranchito lleno de gaveras de refresco que teníamos en el patio de nuestra casa. Las mismas gaveras nos sirvieron de sillas y escritorios y finalmente nos instalamos. Una de las tantas cosas que Leo propuso, fue que tratáramos de inventar una fórmula que nos permitiera lograr la invisibilidad.  

Nos dimos a la tarea de recolectar todos los frascos de medicinas vencidas que encontramos en nuestra casa: jarabes para la tos, merthiolate, alcohol, agua oxigenada, expectorantes, lociones de afeitar, yodo, Bay Rum, restos de refrescos y cerveza. Buscamos una olla vieja y en ella vaciamos todos los contenidos. Era un caldo oscuro que apestaba a licor. Le agregamos agua hasta que el líquido alcanzó más o menos la mitad de la olla. 

La idea era la siguiente; haríamos hervir el  elixir, dejaríamos que se enfriara, lo embotellaríamos, y luego lo enterraríamos en un hueco por unos cinco días o más, hasta que tomara cierta consistencia. Después procederíamos a desenterrarlo. 

La siguiente fase tal vez sería la más difícil, atraparíamos a un gallo que teníamos en casa al que apodábamos Heriberto Baygón, por su habilidad para cazar cucarachas. Le abriríamos el pico y lo obligaríamos a beber la poción. Si luego de algunos segundos, desaparecía, la beberíamos nosotros. Por supuesto, lo más seguro es que mi hermano fuese el conejillo de indias para esta fase tan peligrosa.

Angéla, que era apenas dos años mayor que nosotros, ya había experimentado una terrible quemadura de tercer grado al volcar una olla de agua hirviendo sobre sus muslos. 

 Después de corretear por todo el patio habíamos logrado atrapar al gallo y la  olla ya estaba montada en el fogón, cuando mi hermana Ángela, se apareció atraída por el olor fuerte y fermentado. Lo primero que hicimos fue echarla. Ella no tenía derecho a husmear ni entrometerse en las actividades del club. Fuimos tajantes y nos mostramos indignados. Ángela preguntó alarmada, qué era aquello que olía así. Le contestamos casi al unísono.

——La fórmula de la invisibilidad. 

Le contamos con  detalle lo que pretendíamos hacer con el gallo. Ángela abrió los ojos alarmada.  Recibimos una sarta de insultos. Nos llamó imbéciles y otros adjetivos que nos parecieron muy ofensivos. Nos estaba dando su primera clase de química. No podíamos sospechar que con el tiempo sería profesora.
——¿Acaso no saben que el alcohol es inflamable?- Inflamable era una palabra demasiada técnica para nosotros. No teníamos noción del peligro, tampoco entendíamos nada.

——¡Va a explotar la casa! ¡se va a incendiar! ¡Boten esa porquería y dejen al pobre gallo, lo van a envenenar. ¡Aunque se desaparezca, no se tomen esa porquería si no quieren morirse!

Ángela evitó una tragedia.

 Tal vez no habríamos podido darle  la poción al gallo, o no  habríamos tenido valor para dárselo a mi hermano, mucho menos lo hubiésemos tragado nosotros, pero sí, pudiéramos haber generado un incendio o una explosión.

Angéla, que era apenas dos años mayor que nosotros, ya había experimentado una terrible quemadura de tercer grado al volcar una olla de agua hirviendo sobre sus muslos. Sabía lo peligroso que podía resultar el jueguito. En la emergencia del hospital le habían arrancado con unas pinzas la piel abombada.

Leo nos reunió en sesión urgente. Ángela había hecho méritos suficientes como para ser recibida como el primer miembro femenino del club. Luego de un largo debate tomamos una difícil decisión. La regla principal debía cumplirse. 

No la admitimos. 

Llamarnos imbéciles era una afrenta demasiado grande.

9 comentarios:

  1. Hola hermano como estas soy Leo la verdad tienes una mente envidiable ,podras creer que no me recuerdo de aquello tan claramente como tu ? y Pensar que era tan loco .? no lo se ,recuerdas que el finado Elo se prendia las manos en candela con alcohol ? y mas loco que ese no habia..! No se ,la imaginacion y la crueldad aparte del poder que tenia sobre uds.me ponian en la palestra como un futuro Kim Jong Un , menos mal ,no me fui por ahi, ja ja ja Saludos hermano y dios te bendiga..

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  2. Hermano Querido, así es la memoria, selectiva. No todos recordamos los sucesos vividos y si lo hacemos siempre tenemos una versión distinta de los hechos. Pregúntale a Arnaldo o a Ángela, ellos recuerdan el episodio. Ja ja. Siempre estás en nuestros recuerdos y por si fuera poco, también estás en algunos de mi cuentos. Me complace poder compartirlo con su protagonista, mi amigo Leo. Bendiciones hermano, compártelo con los tuyos. Un abrazo.

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  3. Ja ja ja, bien hecho, haberla dejado entrar hubiese sido el peor error que podrían cometer porque ella se hubiera convertido en Presidenta y quizá de ahí el origen del feminimos que hoy nos persigue, ja ja ja. Excelente cuente, impecable redacción.

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    1. Unknown, lástima que no estás identificado y no puedo saber tu nombre o quién eres, pero me complace un comentario tan inteligente, ja ja. Agradezco que te hayas tomado un tiempo para leerlo y para comentar. Si te gustó este, de seguro te podría gustar este otro: https://robertomolinares.blogspot.com/2020/05/el-caso-del-extrano-ofidio-sin.html

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  4. Chamo excelente, todo el escrito lo disfruté. Un pequeño detalle corregible en este párrafo (penúltimo): "En la emergencia del hospital le habían «arrancada» la piel abombada con unas pinzas." Amo tu capacidad de hacer ver lo cotidiano como un hermoso poema literario, así como tus Canciones. Fiel admirador de tu trabajo artístico deseo que Dios te colme de todo lo mejor pues ya su bendición está en ti.

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    1. Querido hermano. Estoy muy complacido de tener tus impresiones y te lo agradezco mucho, pues tienen gran valor para mí, no te imaginas cuanto. Gracias por las correcciones. Es un honor recibir tu comentario.Te bendigo hermano, gracias por tu amistad. Besos a la familia. Los amamos.

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  5. Me encantó ser la protagonista de este cuento. Felicitaciones, gracias por la memoria de tantas y felices anecdotas de mi querido Maracay y de nuestros entrañables amigos.

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  6. Jajajajaja las cosas q uno inventa de muchacho, solo la niñez nos hace pensar q somos invencibles.

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    1. Así es Marjorie, la niñez es única, todo lo creíamos. Gracias por tu comentario.

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Gracias por tu comentario. Es un aporte muy valioso para mi.

Leyendo a Will Storr. La Ciencia de contar Historias.

Roberto Molinares, Artista Plástico, Narrador Venezolano y Docente Universitario de UNEARTE, autor de la obra: "Jalados por los cabello...